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Maritza González, ganadera de Curepto: “Gracias a la infiltración, la vertiente que antes se secaba en diciembre ahora dura todo el verano”

En la cordillera de la costa de la región del Maule, en la comuna de Curepto, hay sectores rurales donde la principal actividad económica es la apicultura y la pequeña ganadería ovina y caprina. Las últimas décadas sus habitantes han visto con preocupación cómo la creciente falta de agua ha ido afectando la disponibilidad de forraje para el ganado, así como la disponibilidad de néctar y polen para las abejas. 

Sin embargo, no se han quedado de brazos cruzados y, con ayuda estatal, comenzaron hace seis años a utilizar técnicas de conservación y recuperación para mejorar la calidad de sus suelos y mantener el nivel de los acuíferos. Se trata de zanjas de infiltración y control de erosión de cárcavas (grietas en la tierra), prácticas que permiten disminuir la escorrentía en suelos erosionados, favoreciendo que el agua ingrese a las napas subterráneas.  

Ambas técnicas cuentan con subvención estatal mediante el Programa Sistema de Incentivos para la Sustentabilidad Agroambiental de los Suelos Agropecuarios (SIRSD). En el caso de Curepto, los agricultores han postulado con el apoyo del Programa de Desarrollo Local (Prodesal), que se ejecuta en conjunto entre las municipalidades y el INDAP (Instituto de Desarrollo Agropecuario) para dar asistencia técnica a los microproductores de la Agricultura Familiar Campesina. 

Los profesionales del Prodesal de Curepto se inclinaron por estas prácticas debido a que producto de la severa erosión -con cárcavas de hasta cinco metros de ancho y profundidad- y la pendiente de los cerros, el agua de lluvia escurre muy rápido, daña la capa más nutritiva de la tierra, causa más erosión y la capa vegetal se reduce significativamente o desaparece. En todo caso, ya ven con satisfacción que las técnicas están dando resultados, mejorando la disponibilidad de pasto para los animales, con más flores para las abejas y mayor humedad en los acuíferos. “Se ve la diferencia de lo que hace el agua en el suelo”, dicen desde el Prodesal. 

“SIN PASTO NO HAY ANIMALES” 

Una de las personas que ha estado aplicando en su campo esta técnica es Maritza González quien, entre otras actividades económicas, se dedica a la crianza de ovejas y cabras, así como a la recolección de productos forestales no madereros. Ella cuenta que ha vivido allí desde que tenía cinco años y la zona ha cambiado mucho desde entonces: “Antiguamente era mucho más pastoso, había más vegetación, más árboles nativos y las napas eran mucho más contundentes”. 

González, quien vive en el sector de Estancilla, explica que la escasez hídrica se debe, por una parte, a la disminución de las lluvias y, por otra parte, a las plantaciones forestales que se han establecido en la zona: “Cuando empezaron a plantar pinos y eucaliptos el suelo se empezó a echar a perder, se empezaron a secar las napas y también el pasto, porque alrededor del eucalipto no crece pasto, se muere todo, y sin pasto no hay animales, no hay comida”. 

Según relata la agricultora, además de perjudicar a la pradera natural, la escasez de agua ha afectado el crecimiento y el follaje de los árboles nativos. “Acá se da mucho espino, quillay, litre, maitén, peumos y arbolitos de durazno, membrillo, limoneros. Pero con la sequía crecen mucho más lento y eso afecta la producción. Por ejemplo, yo recolecto las hojas de boldo y las vendo a una empresa que las exporta para que hagan té de boldo, pero sin agua las hojas se demoran mucho en crecer”. 

Sin embargo, González comenta que la situación ha ido mejorando el último tiempo gracias a las técnicas de conservación y recuperación de suelo. “Hace seis años que estoy haciendo zanjas, se nota la diferencia en el terreno, la pradera natural, los árboles están más verdes, y el agua de las napas subterráneas también se mantiene por más tiempo. Esto se nota en las vertientes, que son las que salen arriba. Por ejemplo, acá en mi campo tengo dos vertientes y una de ellas se me secaba en diciembre, pero ahora me dura todo el verano”. 

Acá puedes ver un video de Maritza González

AGUA Y SUELO 

El jefe técnico del Prodesal de Curepto, que ha asesorado a la ganadera, Juan Cristóbal Vergara, explica que las últimas zanjas de la hijuela de Maritza se hicieron en junio, y se excavaron en la parte anterior de los árboles nativos, de tal manera que el agua que se queda en el lugar mientras va infiltrando sea aprovechada por las raíces. “La zanja fortalece al nativo, aumenta la disponibilidad de forraje en las praderas para el ganado y también es un aporte para la actividad apícola, mediante el néctar y el polen”, resume Vergara.   

“Este 2020 –explica el especialista- no ha sido malo en precipitaciones, fue más o menos normal, pero la escasez que se extiende por más de una década ha causado un gran estrés hídrico en el bosque nativo, esclerófilo. El nativo requiere tres años para empezar a recuperarse (…) Por eso los operadores del SIRSD hemos estado implementando la infiltración de napas freáticas, para fortalecer y mantener la humedad en los suelos”. 

Juan Cristóbal Vergara, jefe técnico del Prodesal de Curepto. 

Tanto las zanjas de infiltración como el control de erosión de cárcavas tienen como objetivo reducir la velocidad de escurrimiento del agua, de tal manera que se quede más tiempo en el suelo y pueda penetrar en la tierra hasta llegar al acuífero. “Hay una erosión grave en el terreno, debemos aplicar estas prácticas para contener el agua y que filtre, para que se inicie la actividad biológica en los suelos y recuperen la capacidad agrícola, principalmente”. 

Vergara explica que las zanjas se construyen con una extensión de entre 3 y 5 metros de largo; las de 3 metros atrapan entre cien y 150 litros de agua por cada lluvia. Se van construyendo según la especificación técnica y de acuerdo a la topografía en toda la ladera del cerro, de tal manera de generar una red de contención que atrape el agua para que vaya infiltrando. 

En el caso del control de erosión de cárcavas, se trata de la construcción, dentro de la grieta, de barreras que pueden ser hechas con madera, varas, sacos de semillas u otros elementos. “Se crea un dique que impide que el agua corra de forma tan rápida y agresiva; se va generando una pequeña red para que el agua se mantenga en la quebrada y no se seque tan rápido. Si no están esas barreras, el agua pasa con mucha velocidad y la grieta va creciendo”. 

La función de esta técnica es principalmente ayudar a la formación de suelo, debido a que hay lugares donde la erosión ha llegado hasta la roca madre. “Hay barreras de 5, 4 o 3 metros, dependiendo del ancho de la grieta, y de acuerdo a la pendiente del terreno, se va viendo la distancia entre una y otra”. Cuando llueve, explica el profesional, el escurrimiento va dejando sedimentos en las barreras, lo que con el tiempo va borrando la cárcava. 

“SI NO HAY HUMEDAD EL ÁRBOL NO DA FLOR” 

Iván Contreras, quien ha vivido en Curepto por 48 años y desde hace unos 15 se dedica a la apicultura, es otra de las personas que han aplicado estas técnicas de infiltración. Vive en Rapilermo Alto y recuerda que su abuelo contaba que el terreno antes no tenía esas grietas, ese nivel de erosión tan severo y dañino para la vegetación.  

El agricultor agradece el apoyo del Prodesal y comenta que los técnicos siempre están buscando formas de apoyarlos y llevando nuevas ideas. “Así fue como hicimos estos proyectos para que saliera más agua”, dice. 

Según explica, debido a la pendiente y la erosión el agua de la lluvia baja muy rápido por el cerro, pero eso se está evitando gracias a las excavaciones. “Cuando llueve mucho, la zanja frena el agua, que va filtrando de a poco para el resto del terreno (…) Y cuando llueve poco, el agua en vez de venir de un solo golpe a los riachuelos, se queda ahí y la humedad se mantiene por más tiempo”. 

Contreras dice que es evidente que el sistema funciona y hay más agua en las napas porque ahora hay pradera “verdecita”, mientras que antes “era pura tierra sin pasto”. Además, ayuda a los árboles nativos, especialmente el boldo y quillay, que es donde se alimentan sus abejas, “y si no hay humedad, el árbol no da flor y no hay néctar para la colmena”. 

El apicultor añade otro beneficio de realizar las zanjas: la mano de obra para las excavaciones la aportan los mismos habitantes de la zona, en la época de invierno, cuando hay menos trabajo en el campo; es decir, tienen una fuente de ingresos extra que les sirve tanto para sus gastos cotidianos como para mejorar sus sistemas productivos. “Son de mucho beneficio estas zanjas para estos campos”, resume Contreras. 

Revisa el siguiente video de Iván Contreras:

QUEDARSE EN EL CAMPO 

Según explica el jefe técnico del Prodesal, lo que se está haciendo es una aplicación mixta de las zanjas y del control de cárcavas, porque se complementan en la recuperación del suelo y retención de agua. Durante 2020, informa, se han intervenido con ellas un total de 116,7 hectáreas de la comuna de Curepto con ambas técnicas. 

“Hemos logrado que la humedad permanezca más tiempo en el suelo, gracias a lo cual aparecen las cubiertas vegetales que, a su vez, también ayudan a retener el agua (…) Esto se puede complementar restaurando con árboles nativos, que también tienen un efecto de red de contención, donde el agua se va frenando y luego va alimentando vertientes y acuíferos”, dice Vergara y cuenta que han estado plantando árboles nativos gracias a una donación de la Fundación Núcleo Nativo. “Los plantamos en el camellón de la zanja y así cuando llueve, el agua de la zanja pasa por las raíces del árbol, que se fortalece y se empieza a restaurar el bosque nativo en base al manejo hídrico”.  

Restaurar el bosque nativo, dice Vergara, significa restaurar todo el ecosistema, las praderas permanecen más tiempo, genera más disponibilidad de polen y néctar para las abejas, al tiempo que beneficia a otros animales que consumen hojas y pasto. 

Los resultados de las prácticas son muy esperanzadores, dice el profesional. “Hay mucha gente que está vendiendo sus predios porque no tienen agua y se están yendo del campo; los jóvenes están migrando a la ciudad y la agricultura en cierto modo se está perdiendo. Sin embargo, si se maneja el agua se puede dar chance de tener capacidad agrícola, que la gente tenga actividad económica para poder subsistir”. 

“A través de estas prácticas hemos visto que la cantidad de agua ha mejorado y hay más gente que se está quedando (…) Creo que este tipo de medidas, que ayudan a mejorar los sistemas productivos de los agricultores, motivan también a la gente joven a tener una esperanza de seguir en el campo”, concluye Vergara.  

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