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“Para que la laguna El Peral comenzara a recuperarse fue vital un cambio de conducta de las personas, que empezaran a cuidar y se dejara de arrojar ahí el agua servida”

  • El naturalista José Luis Brito, director del Museo de Historia Natural e Histórico de San Antonio, quien ha sido uno de los promotores de la restauración del humedal ubicado en la comuna de El Tabo, relata que hubo un periodo en que el cuerpo de agua estuvo prácticamente muerto y el costo en biodiversidad fue enorme. Desde hace unos cinco años la laguna está comenzando a revivir, gracias a fenómenos de la naturaleza y, especialmente, al cambio de comportamiento de los vecinos. En esta entrevista, Brito cuenta cómo ha sido el proceso.  
José Luis Brito, naturalista.

Por el camino costero del Litoral de Los Poetas, a la altura de Las Cruces, hay varios carteles con cisnes dibujados que anuncian la presencia de la laguna El Peral, un cuerpo de agua al cual los últimos años han regresado las hermosas aves de cuello negro, luego de un funesto periodo en el que la contaminación del agua y del suelo, a la par de la escasez hídrica, prácticamente extinguieron la flora y la fauna. 

Se trata de un lugar que en 1975 fue declarado Santuario de la Naturaleza, siendo el primero de la provincia de San Antonio y uno de los primeros humedales protegidos, incluso antes de que el concepto humedal existiera, según explica José Luis Brito, director del Museo de Historia Natural e Histórico de San Antonio (MUSA) y uno de los principales promotores del cuidado y recuperación de la laguna.  

En esa época, cuenta Brito, el humedal tenía una superficie de 16 hectáreas, pero luego se fueron reduciendo, la laguna fue perdiendo agua y en 1991 prácticamente se secó, lo mismo en el periodo 1997-1998, luego en 2008 y también en 2016. El humedal se había transformado en una gran cantidad de légamo y el agua se había eutrofizado (por los altos niveles de nutrientes -nitrógeno y fósforo, principalmente- generados por la actividad humana, gran acumulación de sedimentos y bajos niveles de oxígeno), llenándose de algas rojas tóxicas y generando muy mal olor, precisa el especialista en fauna silvestre y en la conservación de humedales. 

Según recuerda el director del MUSA, en el verano de 2008 muchas crías de aves murieron al beber esa agua, “hubo una gran mortandad de patos, pidenes, pollollas, patos rana, casi todos juveniles, logramos rescatar algunos y les dábamos agua fresca y con carbón de piedra; algunos sanaban y ahí confirmábamos que estaban mal por efecto de las algas en esta agua súper eutrofizada”. 

Ubicada en la comuna de El Tabo, en esa época la laguna estuvo prácticamente muerta durante varios años, según cuenta el naturalista, “los pajonales se secaron casi completamente y había muy poca nidificación (…) murieron coipos, todos los anfibios, las ranas chilenas que había, fue terrible el costo en la biodiversidad”.  

Sin embargo, debido a un cambio conductual de los vecinos, sumando a procesos naturales, la laguna se está recuperando y es posible contemplar algunos cisnes de cuello negro, a pesar de que ni el agua ni la fauna han vuelto a ser lo que eran. En esta entrevista, Brito relata cómo ha sido ese proceso. 

¿Por qué se secó la laguna? 

Se fue secando por varias razones. Empezó por la sequía climática, sin embargo, un factor importante fue el aumento exponencial de la población humana costera desde los años 90. Mucha gente que tenía su casa acá y antes venía solo en los veranos se instaló de forma definitiva; también llegaron personas que tomaron terrenos, y además hubo nuevas construcciones. En los ‘80 la laguna El Peral tenía muy pocas casas alrededor, pero en los 90 eso empezó a cambiar. Al lado este de la carretera San Antonio-Algarrobo empezaron a haber condominios en las laderas de los cerros, se cortaron muchos árboles, boldos, peumos, y una pequeña vertiente natural que bajaba por el cerro y que antiguamente alimentaba la laguna, se fue secando.  

Fue notorio ver cómo en la medida que aumentaban los humanos con sus viviendas, la laguna cada vez tenía menos agua.  

¿Cómo se produjo la eutrofización? 

Uno de los factores fue que en el sector norte de la laguna, con el aumento de las casas mucha gente tiraba allí excrementos, orina y detergente; incluso hubo una denuncia de que un camión limpia fosas había arrojado al menos dos veces a la laguna agua con excretas, lo que no se pudo probar, pero fue un tema. Los análisis de agua mostraban una cantidad enorme de colifecales en donde supuestamente se habían producido las evacuaciones de aguas negras, coincidía plenamente esa zona.  

Todo eso, sumado a la poca agua que había, fue lo que causó la supereutrofización que, en condiciones normales, no habría ocurrido. 

Aparentemente, cuando alcanzó ese grado de eutrofización quedaron tantas bacterias tóxicas en el fango que la laguna volvía a eutrofizarse cada vez que se llenaba con un poco de agua de lluvia. Hubo una idea de sacar el barro que se creía contaminado, pero no prosperó.  

¿Cómo se logró que la laguna empezara a recuperarse? 

La laguna no se ha intervenido artificialmente, solo ha sido un proceso natural y un cambio conductual.  

Se hizo un gran esfuerzo para que la gente tirara menos cochinada a la laguna, se hicieron muchos reclamos, conversaciones para sensibilizar a la población. Hubo harto escándalo, cartas de denuncia, hablamos con las autoridades, lo mismo hizo la Conaf -que desde 1985 está a cargo del humedal-, intervino el municipio fiscalizando, se creó el departamento de medio ambiente de la municipalidad de El Tabo y empezó a hacer su trabajo. Todo eso fue provocando un cambio de comportamiento, todo sirvió para que la gente entendiera que tenía que cuidar la laguna y dejaran de lanzar tanta cantidad de aguas servidas. En 1998 llegaron los guardaparques que siguen hasta ahora, Ignacio Miranda y Rosa Herrera, que han hecho un gran trabajo, aumentaron la fiscalización, hicieron senderos, hacen charlas a la gente, motivan a querer y cuidar más la laguna. 

El problema era la eutrofización antrópica y fue vital que dejaran de echar agua servida a la laguna.  

Por otra parte, desde 2016, con las lluvias “extrañas” que se han producido en primavera y verano la laguna empezó a subir su nivel de agua levemente. 

Pero antes de eso hubo una especie de “reseteo” de la naturaleza. Desconozco el proceso exacto, habría que preguntarle a un químico, pero de alguna forma el barro contaminado se volvió inerte, quizá por la misma sequía y el calor, y las bacterias tóxicas se murieron. Así, cuando empezó a volver el agua aparecieron algas -distintas a las que causa la eutrofización-, volvieron aves que venían de otros humedales y en sus patas trajeron semillas, algunas plantas acuáticas lograron prosperar de nuevo. Y como se detuvo el aporte de coliformes y colifecales al agua, entonces dejó de eutrofizarse. 

Sin embargo, al haber muy poca agua, la laguna aún no alcanza los niveles originales. Si bien el ciclo que se produce en la laguna de alguna manera volvió a funcionar, no como en los ’80. Eso no ha vuelto; las aves han regresado, pero hay menos coipos, la rana chilena desapareció, no hay pinillos en el agua, los cisnes de cuello negro nunca llegaron en la cantidad que había antes, a veces había más de 150 porque tenían mucha comida, estaba lleno de pájaros, de plantas acuáticas, pero al no haber plantas, la población de aves se ha visto disminuida.

“Hubo harto escándalo, cartas de denuncia, hablamos con las autoridades, lo mismo hizo la Conaf -que desde 1985 está a cargo del humedal-, intervino el municipio fiscalizando (…). Todo eso fue provocando un cambio de comportamiento, todo sirvió para que la gente entendiera que tenía que cuidar la laguna y dejaran de lanzar tanta cantidad de aguas servidas”.

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