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“Ofrecemos una agricultura que permite hacer frente a los desafíos del cambio climático, la escasez hídrica y la fragilidad de los sistemas productivos”

  • Cristián Sjögren, cofundador de AgroUrbana, la primera empresa de agricultura vertical de Chile, explica que esta tecnología permite hacer un uso muy eficiente del agua, utilizando 95% menos que un cultivo tradicional.   

Luego de dos años de un exitoso proyecto piloto de agricultura vertical, la empresa AgroUrbana se prepara para el siguiente paso: producción a gran escala con este tipo de cultivo hasta ahora inédito en Chile y Latinoamérica. 

Cristián Sjögren

Es así como todo está andando para comenzar, el segundo semestre de 2022, con la operación de una planta diez veces mayor que la actual, en la periferia de Santiago, según cuenta Cristián Sjögren, cofundador del innovador emprendimiento junto con Pablo Bunster. 

La agricultura vertical, tal como indica su nombre, consiste en implementar cultivos utilizando principalmente el espacio hacia arriba y no hacia los lados de forma horizontal. Esto es posible mediante la técnica de hidroponía, que no utiliza suelo, sino que agua y nutrientes para producir todo tipo de plantas.  

Sjögren cuenta cómo llegaron a este tipo de agricultura: “Quisimos emprender considerando los grandes desafíos que estamos enfrentando como humanidad. Por un lado, se prevé que para 2050 vamos a ser cerca de 10 mil millones de habitantes en el planeta y que para alimentar a toda esa población hay que aumentar en 70% la capacidad de elaborar alimentos que teníamos en 2010, y el asunto es cómo hacerlo, teniendo en cuenta el impacto del cambio climático, la escasez de agua y el agotamiento de los suelos arables”. 

“Por otro lado, observamos las exigencias que impone el cambio generacional que estamos experimentando, los millennials hoy son el 50% de la fuerza laboral y en 2025 van a ser el 75%. Es una generación que viene a cambiarlo todo”, comenta Sjögren en el sentido de que las personas de este grupo etario (entre 25 y 40 años) se preocupan de leer las etiquetas de los productos, se informan sobre el contenido nutritivo de los alimentos que van a consumir, y tanto el bienestar como la salud son elementos principales en su escala de prioridades. “No solamente quieren saber el contenido de lo que van a comer sino quién lo elaboró, cómo y qué impacto tuvo esa elaboración en el planeta”. 

Fue así, dice el cofundador de AgroUrbana, como llegaron a la agricultura vertical. “Buscamos respuesta a estos desafíos: cómo hacer más con menos; más producción de alimentos con menos recursos y cómo nos hacemos cargo de las demandas de los nuevos consumidores”.

¿Cómo evalúan estos dos años de funcionamiento? 

Iniciamos la operación de la planta piloto en 2019 y al poco andar nos tocó toda la pandemia. Ahí pudimos ver que había otro desafío, pues a consecuencia del Covid-19 quedó al descubierto la fragilidad del sistema alimentario; en Chile, por ejemplo, nos quedamos sin lentejas ni porotos. Entonces viene toda una mirada nueva en torno a cómo le damos una mayor resiliencia al sistema alimentario y, en el caso de AgroUrbana, tuvimos la oportunidad de superar la prueba. Toda la pandemia hemos estado cultivando y entregando los productos a nuestros clientes.  

Respecto a la evaluación de este periodo, nuestro objetivo era partir de a poco, con un piloto donde buscamos validar todos los economics en torno a este tipo de agricultura. No había ninguna experiencia similar en Latinoamérica y buscábamos probar esta tecnología, probar distintas variedades de plantas, ir evaluando recetas de cultivos, y en eso nos ha ido muy bien, prácticamente aumentamos en 5 a 6 veces los rendimientos del principio.  

La planta piloto tiene 300 metros cuadrados y estamos produciendo el equivalente a lo que se cosecha en tres hectáreas de agricultura tradicional. 

Hemos demostrado que podemos ser competitivos con nuestro modelo, en un país en desarrollo, y con clima mediterráneo, que son las condiciones más competitivas para desarrollar agricultura. 

Con los rendimientos que estamos teniendo podemos producir más de cien veces por metro cuadrado de lo que se podría producir en un año con la agricultura tradicional; hay una optimización muy potente en cuanto al impacto en la superficie para producir alimentos. Esto lo logramos porque pasamos de ocupar superficie a ocupar volumen, en altura, y así se puede colocar más plantas por metro cuadrado, y también porque dejamos de depender del clima donde cultivamos: nosotros aplicamos a la granja vertical las condiciones óptimas para que las plantas tengan los 365 días del año como si fuera primavera. Así se puede tener una producción constante, manteniendo la calidad durante el año de forma completamente predecible.  

Uno de los elementos que destaca de la agricultura vertical es el bajo consumo de agua, ¿cómo utilizan este recurso?  

La industria de la agricultura vertical utiliza 95% menos agua que la agricultura tradicional gracias a que se trata de un sistema hidropónico de cultivo, donde el agua está circulando constantemente y eso lo hace muy eficiente.  

Nuestra planta piloto está en la zona urbana de Santiago (Quilicura) y el sistema de irrigación funciona con agua de sanitarias de concesión de la ciudad. Es agua de la llave y a través de filtros de osmosis inversa le sacamos todos los minerales que trae, y cargamos en esa agua las concentraciones y proporciones de minerales de nuestra receta de cultivo, que va cambiando en las distintas etapas de crecimiento de la planta.  

En la agricultura tradicional es muy diferente, porque cuando se riega no toda el agua es aprovechada por la planta, porque se va a la tierra o se evapora con el calor, lo que hace que no sea muy eficiente. 

En este tema del uso eficiente del agua, en AgroUrbana hemos querido ir incluso más allá del ahorro actual. Hemos comenzado a probar un mecanismo para captar y volver a incorporar al ciclo de irrigación el agua que sale de la transpiración de las plantas, pues cuando reciben la luz y hacen fotosíntesis están transpirando y esa humedad queda en el ambiente. Con este sistema vamos a llegar a una eficiencia aún mayor de la que comúnmente se habla en la industria 

El piloto ya ha demostrado que esto es posible y queremos incorporar esta tecnología en la nueva planta.   

¿Qué otras ventajas tiene la agricultura vertical en relación con el medioambiente? 

Otro elemento de sustentabilidad tiene que ver con la cadena de distribución de la industria agrícola. Como en muchas partes del mundo, en Chile hay un mercado central donde los productores envían sus productos y desde ahí se reparte al resto del país, entonces, a veces es tan ineficiente que uno puede comprar en Iquique un tomate cultivado en Arica y que pasó por Santiago para luego viajar a Iquique, en vez de ir directo de Arica a Iquique.  

Hay toda una cadena logística ineficiente que aumenta el tiempo entre la cosecha y el consumo. Esto significa una huella de carbono adicional que es evitable, provoca pérdida de alimentos y, además, hace que el precio que paga el consumidor final sea para cubrir esta logística y es muy poco lo que finalmente le llega al agricultor.  

Lo que hacemos nosotros es llevar parte de la agricultura a la ciudad, ya que nos instalamos a no más de 20 minutos del destino y con eso llegamos con un producto mucho más fresco, que la mayoría de las veces fue cosechado el mismo día, y con una mínima huella de carbono.  

Como nuestros productos no usan agroquímicos, se cultivan en un ambiente inocuo y llegan muy frescos, esto también reduce la merma prácticamente a cero. No hay hojas malas que desechar ni se pierden con el agua porque no requieren lavado. Así se evita lo que ocurre generalmente en los restoranes, que botan un tercio de la comida, sobre todo alimentos frescos. 

¿Qué es lo que están produciendo actualmente?  

En este momento nos dedicamos principalmente a la producción de un mix de lechugas, y estamos desarrollando otras variedades de hoja (albahaca, kale, menta, etc.). También estamos experimentando con otro tipo de plantas, como los berries. 

Es importante señalar que aquí hay espacio para todos, nosotros no vamos a resolver todos los problemas, la agricultura vertical va a hacer su aporte para ciertos cultivos, pero frente a los grandes desafíos todo suma. 

¿Cómo son sus costos en relación con otras formas de producción? 

Actualmente estamos canalizando en varios medios de distribución. Primero comenzamos con restoranes, luego expandimos a cadenas de cátering, después pasamos a un modelo de B2C (business-to-consumer, en español negocio a consumidor) -con suscripción mensual y envío a domicilio- y finalmente entramos a supermercados. Nuestro producto está entre un 10 y 15% más caro que el producto que más se asimila, es decir, listos para consumo, sin lavar y que no se pierde ni una hoja. Hemos tenido muy buena recepción, las personas se acostumbran a la calidad y ya no la cambian. 

¿Cuáles son sus planes a futuro, además de la nueva planta en la Región Metropolitana?  

Estamos cumpliendo etapas. Ya cerramos la fase piloto, donde probamos un método y una tecnología, además de comprobar que hay un mercado al que le apetece este producto.  

Ahora viene la fase de llevar este modelo a gran escala y tenemos planificado estar operando en la segunda mitad de 2022 la nueva planta, en la periferia de Santiago. Acabamos de realizar un levantamiento de capital donde cerramos una serie A, con la participación, entre otros, del fondo CLIN de Chile Global Ventures -área de capital de riego de Fundación Chile-, que es inversionista nuestro desde la ronda anterior, cuando financiamos esta planta piloto. Lo que vamos a hacer con esta ronda es construir una planta que es 10 veces el tamaño de la planta piloto, a escala industrial, lo que implica un desafío operacional, de equipo, personas, procesos, vamos a poder contar con mayor capacidad para tener más presencia en los canales donde estamos con el producto.  

El objetivo de esta nueva fase es validar que el modelo es competitivo a escala industrial y de ahí vamos a salir a exportar el modelo a otras ciudades, a centros de consumo y en este caso la zona norte es una ubicación geográfica que estamos mirando con interés. 

El paso siguiente es llevar el modelo desde Chile a Latinoamérica, a las grandes capitales de la región.

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