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“Los privados están entendiendo que también hay un riesgo en sus operaciones por la falta de agua y por eso están colaborando con nosotros»

  • La directora Ejecutiva de Aquafondo Perú, Mariella Sánchez Guerra, fue una de las panelistas del seminario “Oportunidades de Infiltración para la recuperación de acuíferos”, donde explicó en qué consiste la siembra de agua que están realizando en Lima mediante las amunas y contó los buenos resultados que han obtenido. En esta entrevista da a conocer más detalles sobre este tema, explica cómo han logrado crear conciencia entre las empresas y la comunidad, así como de otros avances en la gestión del agua en su país.
Mariella Sánchez, directora ejecutiva de Aquafondo.

A Mariella Sánchez la miraban “como bicho raro” cuando comenzó, en 2015, a conversar con empresarios para motivarlos a participar en acciones que permitieran avanzar hacia la seguridad hídrica en Perú.  Cuenta que iba de empresa en empresa y en la mayoría de ellas le decían “¿cuál es el problema con el agua?”, yo tengo permiso para hacer más pozos, a mi no me va a faltar agua, yo voy a perforar”.

Pero desde entonces las cosas han cambiado. Por una parte, la crisis hídrica se ha hecho más evidente en Perú y, por otro, cada vez más empresas están adoptando acciones y colaborando para hacer frente a este problema.

Y una de las instituciones que ha contribuido a tomar concienciar y pasar a la acción ha sido Aquafondo, el Fondo del Agua para Lima y Callao. La economista y máster en administración de empresas Mariella Sánchez es su directora ejecutiva y, desde la capital peruana, cuenta cuál es la situación del agua en su país y algunas de las acciones que están realizando para contribuir a la seguridad hídrica.

¿Cómo surgió Aquafondo y cuál es el trabajo que realiza?

Aquafondo nació hace diez años, a través de un convenio entre seis organizaciones -de la academia, sociedad civil y empresa privada- que estaban preocupadas por la seguridad hídrica de Lima. Luego en 2016 Aquafondo toma forma jurídica y se suman nuevos socios, llegando a nueve actualmente.

Estamos enfocados en Lima porque la capital del Perú concentra más del 30% de la población del país -con más de 10 millones de habitantes-, es una zona costera con prácticamente ausencia de lluvias, con solo 9 milímetros al año, y hemos desarrollado estudios que indican que si esta escasez hídrica crece vamos a tener pérdidas económicas a nivel de industrias privadas, a nivel de PIB, lo que se transforma no solo en un problema medioambiental, hídrico, económico, sino también social.

Cuando comenzó Aquafondo teníamos una gran preocupación porque los tres ríos de Lima -Chillón, Rímac y Lurín- ya venían con caudales muy por debajo incluso de los caudales ecológicos necesarios, entonces era notoria la urgencia de intervenir, no solo para la población que son los primeros y más importantes beneficiarios, sino también para las empresas, el sector privado, porque Lima concentra el 48% del PIB.

«Hay varios riesgos que trabajamos con las empresas para invitarlas a sumarse: por un lado está el riesgo económico porque puede parar su producción; por otro lado está el riego regulatorio; y finalmente el riesgo reputacional».

Mariella Sánchez.

La disminución del caudal tiene varias causas. Una es que tenemos un crecimiento demográfico exponencial; Perú es muy centralista y como se concentra la mayor cantidad de empresas privadas en la capital, también se concentra la mayor cantidad de empleo, lo que genera que las poblaciones de otras ciudades migren hacia Lima. Pero no tenemos un desarrollo territorial adecuado, con lo cual tenemos muchas invasiones (tomas de terrenos) incluso en los cerros, donde no cuentan con servicios básicos ni de agua ni de saneamiento y las ciudades que se apostan a los costados de los ríos lo que hacen es contaminar con excretas u orina los ríos mismos. Por otro lado, el tema de la informalidad de muchas empresas que no tenían entonces -pero han mejorado- plantas de tratamiento en sus instalaciones con lo cual derivaban al río los desechos. Y, por supuesto, está el cambio climático, que por un lado tenemos escasez de lluvias y por otro tenemos eventos extremos que llevan al arrastre de las tierras -huaycos o aluviones- y eso termina en los ríos, contaminando con lodo.

Entonces, en Aquafondo trabajamos en las tres partes de la cuenca, es decir, en la zona alta, la parte media y la parte baja. En la parte alta y media desarrollamos lo que llamamos proyectos de infraestructura verde o natural, que son principalmente reforestación, recuperación de lagunas, o creación de nuevas lagunas, reservorios, microreservorios, y un proyecto que nosotros amamos, que es la restauración de amunas.

En la parte urbana, que es la zona baja de la cuenca, trabajamos muy fuerte en el cuidado del agua y en un proceso muy intenso de sensibilización con la comunidad. Tenemos muchos proyectos, por ejemplo, el reúso de aguas tratadas de las empresas, que las donan a los municipios para el riego de áreas verdes; un proyecto de reciclado de aceite, entendiendo que el aceite por la tubería contamina el agua; y un programa escolar a nivel nacional que se llama Aquagol, que es un concurso para niños que involucra a toda la comunidad educativa, apoderados, profesores, sensibilizando a través de talleres educativos sobre el cuidado del agua.

Foto: propiedad de Aquafondo

¿En qué consiste el proyecto de las amunas y por qué es tan especial?

Las amunas son una infraestructura ancestral (preincaica) que está en la parte más alta de la cuenca (zona andina); son canales revestidos de piedra y construidos, muy inteligentemente, sobre terrenos permeables, lo que significa que durante la época de lluvia permite que el agua se infiltre y eso recargue los acuíferos. Esa infraestructura la estamos recuperando porque con el tiempo se había derrumbado, se habían caído con las fuertes lluvias y ya no servían.

Ese proceso se llama siembra de agua y es importante porque en las épocas de sequía, en que no hay lluvia, se permite que las comunidades cuenca arriba puedan disponer de agua a través de los ojos de agua o puquiales, que son como huecos en las faldas de los cerros a través de los cuales se puede disponer de agua, o también la recarga de lagunas, es decir, donde termina una amuna decanta en la recarga de una laguna o de un reservorio.

Junto con estos proyectos, nuestro trabajo es muy amplio en el tema de incidencia y gobernanza, porque trabajamos de la mano con las comunidades; no solamente generamos trabajo e ingresos a la comunidad, sino que además desarrollamos un proceso continuo de fortalecimiento de capacidades, que permita que estas comunidades de la parte alta no migren a la ciudad en busca de oportunidades, sino que más bien retomen actividades de sus ancestros, como la ganadería y la agricultura, en mejores condiciones que les permitan vivir bien en su zona de origen.

Y con estos proyectos, que llamamos demostrativos o piloto, tratamos de generar incidencia con el Estado, a través de los organismos públicos, para que sea el Estado el que invierta en este tipo de proyectos. Como sabemos que para el Estado es difícil invertir en proyectos que no tienen data, es decir, que no han mostrado antes su eficacia, nosotros estamos generamos esa información. Estamos invirtiendo y haciendo monitoreo hidrológico para demostrar cuán importantes son para la seguridad hídrica los proyectos que ejecutamos y, en base a eso, con toda la información que damos, esperamos que el Estado invierta mucho más, en una mayor proporción, porque es el que tiene los recursos.

Recuperación de una amuna (Foto: propiedad de Aquafondo)

¿Qué información han podido recolectar, cuáles son los datos?

Venimos haciendo un monitoreo hidrológico con el que hemos comprobado que un kilómetro de amunas recarga aproximadamente 250 mil metros cúbicos de agua al año. Hasta ahora hemos recuperado 17 kilómetros y en los próximos tres años esperamos recuperar 40 kilómetros, es decir, el aporte a la seguridad hídrica es más tangible.

Con este proceso de medición hídrica también hemos podido construir confianza con otros inversores, porque nosotros no lo podemos hacer solos, sino que hacemos inversión con organismos privados, son ellos los que están apostando con nosotros, entendiendo que también hay un riesgo en sus operaciones por la falta de agua.

¿Cómo ha sido el proceso de toma de conciencia por parte de las empresas en relación con la crisis del agua?

Hemos tenido que tocar las puertas de las corporaciones, algunas por más de 10 veces, para que puedan entender. Pero en 2017 hicimos algo que ayudó mucho a mostrarles a las empresas que realmente este problema les puede tocar el bolsillo; con la cooperación alemana pudimos contratar a una consultora de gran prestigio que realizó el “Estudio de los riegos hídricos y vulnerabilidad del sector privado en Lima en un contexto de cambio climático”.

Ese estudio ya mostraba datos, primero, de cuáles son las empresas que corren mayor riesgo, estableciendo un orden de riesgo, para lo cual se registraron todas las empresas que estaban en Lima, y luego por distrito, cuáles eran los que corrían más riesgo y pérdidas económicas para su producción.

Por otra parte, en Perú el tema regulación está mejorando muchísimo y hemos promovido la aplicación de la huella hídrica. Nuestra Autoridad Nacional del Agua (ANA) promueve su aplicación voluntaria en todas las empresas, pero va a llegar un momento en que esa medición va a ser obligatoria, entonces le explicamos a las empresas que más vale tener una buena reputación desde antes.

Entonces, hay varios riesgos que trabajamos con las empresas para invitarlas a sumarse: por un lado está el riesgo económico porque puede parar su producción; por otro lado está el riego regulatorio; y finalmente el riesgo reputacional, es decir, si hay crisis de agua -como se ha visto en muchas ciudades a nivel mundial-, los pobladores alrededor de las empresas son quienes toman las plantas porque aducen que son las empresas las que consumen el agua que les corresponde, cierto o no, la población puede tener el poder para parar la producción de una empresa si no tiene buena reputación”.

¿Han logrado que el Estado replique alguno de sus proyectos?

Tenemos un avance que para nosotros es muy bueno.

Por una parte, hay que subrayar que el Estado peruano ya tiene dinero para este tipo de proyectos porque, desde 2014, el 1% de la tarifa que pagamos a Sedapal (empresa de agua potable estatal de Lima) va a un fondo para proyectos de infraestructura verde que todavía no se está ejecutando.

Por otra parte, un gran logro que hemos alcanzado es la firma -en los próximos meses, esperamos-, de un convenio donde el Estado se compromete a contratar a la comunidad donde están las amunas, para que los miembros de la comunidad realicen el mantenimiento y la operación de esas infraestructuras. Es decir, nosotros con la empresa privada estamos dejando las amunas en perfecto estado de funcionamiento, pero eso necesita que se mantenga en el tiempo. Eso es un gran avance porque se va a gastar dinero que estaba previsto para este tipo de proyectos, y además se garantiza un ingreso a la comunidad, un ingreso retributivo por cuidar el agua.

Las amunas estaban deterioradas por eventos extremos y la comunidad no tenía incentivo para recuperarlas por ellos mismos. Son proyectos de mano de obra intensiva y además están muy lejos de los pueblos; por ejemplo, hace un par de meses hemos caminado tres horas para llegar a una amuna, están lejos y en algunos casos con pendientes muy inclinadas, entonces se necesita contratar mano de obra para llegar a ellas. Por otro lado, lo que sucede con las que están más cercanas a los pueblos, es que la población vive del ganado y dejan sueltos a los animales, que pisan y destruyen, entonces si no hay una organización, estas amunas no tienen el mantenimiento y operación adecuada.

Las comunidades donde están las amunas con pequeñas, de no más de 15 o 20 mil familias, entonces, cuanta más agua sembremos o cuidemos en la parte alta, esas poblaciones van a poder satisfacer sus necesidades de agua para agricultura y ganado y consumo humano más rápidamente. Y como nuestra geografía es muy empinada, toda esa agua que ellos dejan de consumir viene discurriendo por el acuífero hasta llegar a la zona urbana. Tenemos un estudio del Banco Mundial que respalda esto. En este momento, el 80% del agua que sembramos arriba se queda arriba y solo el 20% llega a la zona urbana, pero esperamos que dentro de los próximos 20 años ese porcentaje se revierta, es decir, que la población quede satisfecha con el 20% arriba y el 80% del agua pueda llegar a Lima, eso es posible a medida que se van recuperando los acuíferos.  

¿Cómo es el trabajo de sensibilización que realizan y por qué es relevante?

En Lima hay muchísimo desperdicio de agua. Primero, el agua no se distribuye de forma equitativa, hay personas que no tienen agua. Nosotros hicimos un estudio de huella hídrica para ver cómo se consume el agua en cada distrito limeño y, por ejemplo, hay algunos que tienen piscinas o extensas áreas verdes que todo lo riegan con agua potable, entonces sensibilizarlos con respecto a la escasez de agua y a la necesidad de liberar agua para otros, ese es un proceso constante.

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